Emprender: una acto de confianza

Esta es la historia de Serafina, emprendedora de la vida y del mundo de la costura.

Nació en Potosí, Bolivia. Tiene 50 años y lleva la mitad de su vida en Argentina. Partió hacia el nuevo lugar con la confianza de estar tomando la decisión correcta, pero no fue fácil: le tocó despedirse de 3 de sus hijos, a quienes pudo volver a ver años más tarde. Llegó con su hermano y su cuñada en los años 2000, época en la que Argentina vivió una de las crisis más severas: “Con la crisis del 2001 pasamos lo peor pero no nos hemos rendido”, cuenta Serafina.

Serafina trabajando en el taller de Mediapila

A los dos años de su llegada, comenzó a trabajar como ayudante de empresario textil coreano, de quien aprendió los primeros conocimientos del oficio. “Empecé de abajo, de a poco”, dice. Con voz entrecortada, expresa que sintió discriminación cuando contaba que era de Bolivia y se dedicaba a la costura. “Me miraban como si no fuera nadie, nada”, recuerda. El primer tiempo no fue fácil y su círculo íntimo de aquel momento no la ayudaba: “Cuando vine estaba en un ambiente que me hacía creer que yo no podía prosperar sola, de alguna manera lo creí y me encerré en una burbuja”, cuenta.

El dolor no consiguió nublar su vista. En su interior intuía, cada vez más, que guardaba una fortaleza inquebrantable que le permitiría afrontar cualquier desafío, sea el que fuera. No se olvida de las personas y las organizaciones que la acompañaron en esos momentos y que confirmaron su sospecha: Serafina tenía un potencial personal y profesionalmente enorme, esperando ser desplegado.

La primera organización que le brindó apoyo fue el Hospital Alvarez, un centro de salud pública donde encontró un grupo de profesionales (ginecólogas, pediatras, acompañantes terapéuticas) que le dieron contención, se preocuparon por la salud de sus hijos, y le brindaron capacitaciones en gestión de las emociones; formación que rápidamente sumó a sus habilidades personales.

El segundo lugar donde encontró apoyo fue la Fundación Mediapila, una organización sin fines de lucro que promueve la inclusión laboral de mujeres, a través de la capacitación en el oficio de la costura y del fortalecimiento de la confianza. “No importa de donde venimos, nos une el sentimiento de superación”, dice el cartel que sostienen las mujeres de Mediapila.

Mujeres trabajando en el Taller de Mediapila

A través de la bolsa de trabajo de Mediapila, le llega un flujo estable de trabajos de costura. Hoy, el día a día de Serafina transcurre entre cortinas, botones, organizadores, pañuelos, barbijos. El trabajo le dio independencia económica y la libertad que eso conlleva, y sobre todo, encendió su autoestima. “Me hicieron ver que coser no sólo es un modo de ganarse la vida sino también un arte y una profesión, y ese conocimiento me hace aún más valiosa”. Sueña con tener un emprendimiento propio y de gran alcance. “Descubrí la confianza en mí misma, ahora estoy segura que puedo hacer lo que me proponga”, dice orgullosa.

Mujeres festejando en el día de su egreso del taller de oficios.

La confianza en sí misma también la impulsó a cumplir un ciclo: terminar la primaria. Su escolaridad se había visto interrumpida muchos años antes, cuando su ex pareja, el papá de sus hijos, no la dejaba estudiar. Sin embargo, ella siempre supo la importancia de estudiar: “El estudio es el futuro; abre puertas, oportunidades”. Por eso, cuando escuchó que uno de sus hijos quería dejar la escuela, le pidió que no lo hiciera y le demostró con su propio ejemplo lo que tanto decía con palabras: Se anotó en la escuela y se recibió de la primaria. En 2021 empieza la secundaria. “Ahora sé que lo voy a hacer porque es mi decisión y nadie lo hace por mí”, dice.

En la actualidad, Serafina se siente estable, fuerte, confiada, segura. A veces extraña Bolivia, su país natal. Ahora “casa” vuelve por momentos fugaces, que por supuesto sabe disfrutar. Se transporta a sus tierras cada vez que alguien habla en quechua, la lengua de su mamá, cada vez que su hija baila música de su país, cada vez que ve a su hijo disfrutar de la comida típica de su infancia, cada vez que llega noviembre y prepara el altar, las flores y las masitas para rendir homenaje a sus muertos.

Serafina dice que para sentirse “como en casa” todavía falta. No se queja, sólo pide directa y sencillamente a todas las personas que reciben migrantes que amplíen su mirada y abracen las diferencias: “Pido que me acepten cual soy”, dice. “No tener que cambiar ni mentir sobre mi misma para ser aceptada. De esta manera, tanto ellos como yo habremos dado un paso hacia adelante”.

Emprender es confiar. Vivir es confiar. Y confiar no es ingenuidad ni pasividad; es trabajar activamente hacia nuestras metas con la convicción de que, pase lo que pase, el camino tendrá sentido. A lo largo de su vida, Serafina confió una y otra vez: en sí misma, en sus hijos, en quienes le ofrecieron ayuda, en el futuro, en la vida. Supo transformarse, reinventarse, crecer. Supo reencontrarse con su valía. Supo seguir, cuando todo alrededor la invitaba a detenerse. Confió y como resultado, hoy disfruta de su presente.

Nota producida por ​Efecto Colibrí

#ENCONTRAR busca acercar las historias inspiradoras de personas migrantes y refugiadas que conocimos en el camino a través del arte. Realizamos cuatro murales en diferentes ciudades de Argentina, representando lo que las historias nos transmitieron. Los murales los realizó el artista urbano SebaCener.

La historia de Serafina la representamos a través de un mural realizado en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. A través del tejido de fondo se busca traer a la escena el legado de las culturas andinas, lo hecho a mano, las historias que se cuentan a través del tejer. Las manos protagonistas del hacer, trabajan juntas en el afan por lograr una nueva pieza. La aguja y el hilo son el símbolo del trabajo actual, la costura como un medio de vida, cada puntada como símbolo de progreso.

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