Diana nació en Venezuela, estudió ingeniería informática y es multi emprendedora. Con su pareja, Alfredo, siempre quisieron ser ciudadanos del mundo: recorrer distintos lugares y descubrir nuevas culturas. Ese deseo fue haciéndose más fuerte a medida que la situación en Venezuela se volvía más compleja.
La búsqueda de oportunidades de crecimiento profesional y las ganas de conocer el mundo, hicieron que empezaran a considerar con mayor seriedad la idea de vivir en otro país. Fue entonces cuando su pareja empezó a buscar trabajo por internet. Aplicó a distintas búsquedas laborales en diferentes partes del mundo y después de cuatro meses, apareció una oportunidad prometedora en Argentina.
En 2015, Diana llegó a Buenos Aires a visitar a Alfredo, quien trabajaba como auditor en una empresa local, desde hacía un tiempo. Esta vez, la visita fue distinta. Notó en su pareja indicios de un sentimiento que no había visto antes: soledad. Con una valija armada para pocos días, tomó la decisión de quedarse a vivir, adelantando los plazos que habían planeado juntos. Llamó por teléfono a Venezuela y avisó a su familia y amigos. No hubo tiempo de despedida ni abrazos.
A los 22 años, empezó una vida en Buenos Aires sin haber visto películas argentinas ni tener mucha información del país. Afortunadamente, Diana tenía trabajo. Años atrás había fundado junto a dos socios Duranjo, una agencia de publicidad en Maracaibo, Venezuela, que le permitió seguir trabajando de forma virtual, ahora desde Buenos Aires.
En ese momento, sentía una mezcla de expectativa, ilusión y miedo. En el fondo, tenía confianza de estar dando un paso necesario, y todo parecía indicar que estaba en el lugar adecuado. “Llegué a un país de puertas abiertas, donde jamás me hicieron sentir una extra”, cuenta.
Diana cuenta que al principio fue duro porque estaban su pareja y ella solos, sin contactos ni amigos. De a poco, fueron tejiendo redes y adaptándose. Rápidamente aprendieron lo necesario para manejarse en el nuevo lugar: chaqueta era ahora campera, metro se decía subte y bus, colectivo. Probaron comidas que nunca habían probado antes, como la polenta y las facturas.
Con el correr del tiempo, empezaron a extrañar las comidas típicas venezolanas, como el plátano. Banana no, plátano. Para muchos eran sinónimos, pero para ellos no: saborear un plátano era transportarse a su país natal, un acceso fugaz a sus raíces, a sus orígenes.
Conseguir plátanos en la nueva ciudad no era tan sencillo. Pero, lejos de convertirlo en un motivo de queja, tomaron la dificultad para conseguir esta fruta como un desafío personal y una oportunidad de negocio. En ese momento, la comunidad venezolana en Buenos Aires era pequeña, pero estaban seguros de que habría otros venezolanos deseando comprar plátanos y otros tantos vendiéndolos en lugares que ellos aún desconocían.
De esta manera, junto a los socios de la agencia, decidieron crear su segundo emprendimiento: Cuales Cambures, una página web que muestra dónde encontrar los productos típicos de Venezuela en la Ciudad de Buenos Aires, y al mismo tiempo, permite a emprendedores venezolanos viviendo en la ciudad publicar un anuncio gratuito y mostrar los productos y servicios que ofrecen.
Cuales Cambures nace para crear y fortalecer una comunidad de venezolanos que puedan apoyarse mutuamente y además, puedan revivir lo mejor de Venezuela, desde otro lugar geográfico. Con este anhelo en mente, en 2019 se aliaron con Arepera Miss Venezuela para organizar la Noche de las Arepas, un evento que permitió reunir a vendedores y a amantes de esa comida en un momento y espacio común.
Además de Duranjo y Cuáles Cambures, creó un tercero y hasta un cuarto emprendimiento. Fundó una tienda online llamada Espacio Mamás, que comercializa objetos originales para apoyar a las madres en tareas de cuidado de sus hijos. Y desde hace dos años, junto a su pareja abrieron Tienda Tostón, un maxikiosco en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, que es también una tienda de productos venezolanos en la que venden tequeños, harina pan y, por supuesto, plátanos.
Visionaria y perseverante, tiene la valentía necesaria para imaginar nuevos horizontes y el pragmatismo para concretarlos. Mirando hacia atrás, cuenta que emprendiendo aprendió la importancia de trabajar en equipo para lograr un crecimiento sano y sostenido, de honrar el error e integrarlo como parte del camino emprendedor, y también, de identificar las barreras mentales que alejan a las personas de la posibilidad de concretar sus deseos.
Hoy, Diana se siente como en casa. “Ya no me doy cuenta que soy migrante”. Resalta que el país le dio espacio para crecer como persona y para desarrollarse como emprendedora. Respira gratitud y se nota. A los argentinos dice no poder pedirles nada sino simplemente agradecerles hacerla sentir tan bienvenida, tan “como en casa”.
Emprender suele ser el camino tomado por una gran cantidad de personas migrantes y refugiadas. Muchas de ellas, forjan emprendimientos con una fuerte impronta cultural de su país de origen, como una forma de permanecer cerca y recibir el calor de su cultura madre, aún estando lejos. Como Diana, muchos migrantes emprenden pensando en los demás, convirtiendo su propia nostalgia en una solución que alcanza y beneficia a otros.
Nota producida por Efecto Colibrí.
#ENCONTRAR busca acercar las historias inspiradoras de personas migrantes y refugiadas que conocimos en el camino a través del arte. Realizamos cuatro murales en diferentes ciudades de Argentina, representando lo que las historias nos transmitieron. Los murales los realizó el artista urbano SebaCener.
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